El sector industria es un colectivo fundamental para el desarrollo económico de nuestros países, significando más del 20% del PIB español y más del 16% del portugués y que siente que además de los cambios en el tablero económico provocados por la guerra arancelaria, el marco social actual coarta sus iniciativas y limita su capacidad de ser valientes y eficientes ante los retos presentes y futuros
En las últimas semanas he tenido el privilegio de poder compartir, en sesiones organizadas por Strategic Platform en España y en Portugal, las inquietudes y retos de CEOs y altos ejecutivos de compañías tan relevantes como Amorim, Siemens, Azkoyen, Danobat o el Grupo Velatia.
En dichas reuniones hemos abordado las tendencias y retos a las que las empresas se enfrentarán en el futuro, y en un ambiente abierto compartimos opiniones y definimos inquietudes.
Es evidente que estamos en una situación compleja, provocada por la guerra de aranceles iniciada por la administración norteamericana. Dicha situación, aunque de gran impacto para algunas de nuestras industrias, no deja de significar la constatación de un cambio mucho más profundo en la que subyace una batalla protagonizada por modelos de competitividad obsoletos. Aunque los cambios en los modelos económicos internacionales son un tema omnipresente, donde se vislumbran luces y sombras, en las conversaciones ha resultado inevitable abordar la preocupación que la actual coyuntura política nacional e internacional provoca. Aunque inquietante, parece no significar nada a lo que no estemos habituados y con lo que simplemente tendremos que lidiar, con suerte desigual en función de las realidades particulares de cada sector y empresa.
Más allá de los factores externos que escapan al control de las compañías, las preocupaciones más relevantes que compartieron los directivos se agrupan en dos grandes bloques. Por un lado, los retos internos: cómo integrar nuevas tecnologías e inteligencia artificial en sus modelos de negocio para seguir siendo competitivos. Por otro, los condicionantes del entorno: el papel que jugarán la sociedad y las instituciones a la hora de garantizar que las empresas puedan desarrollarse con estabilidad y visión de futuro.
En el primer caso, en estas sesiones se han planteado tendencias relativas a la actividad industrial y un nuevo contexto de competitividad en el que la Inteligencia Artificial, la flexibilización de procesos comerciales y productivos o las oportunidades que nos ofrece un nuevo modelo de globalización de los mercados, se han reconocido como grandes retos, pero también grandes oportunidades que deben ser integradas en todos los planes estratégicos y reconocidas como líneas de trabajo necesarias para mantener la competitividad y desarrollarse de manera satisfactoria en el futuro.
Lo que ha resultado más interesante, y a la vez más preocupante, ha sido constatar que la principal inquietud se fundamenta en la actitud y la gestión de las personas, adivinándose como el gran reto a abordar y un factor clave para asegurar el futuro desempeño de las empresas.
El primero de los factores reseñados y el que en términos generales presenta menor grado de incertidumbre es el relacionado con la capacidad de adaptación al cambio, concentrado en dos grandes retos: la adaptación de las personas a los cambios tecnológicos y el impacto que las nuevas tecnologías tendrán en el modus operandi de las empresas y en el modelo de interacción y los roles de las personas. En este último aspecto, la percepción es que las inquietudes y las soluciones vienen de la mano, y la propia tecnología que provocará los cambios será la que también aporte las soluciones.
El segundo caso es mucho más inquietante porque responde a factores que no dependen de las políticas o de las medidas que tomen las empresas. Estos básicamente están asociadas a una realidad social y a unas políticas que no contribuyen a crear un marco en el que se pueda abordar el futuro con garantías.
Si analizamos los temas expuestos desde el lado más institucional, para comenzar se vislumbra una clara necesidad de crear nuevos espacios en los que se reinventen los modelos de integración y colaboración entre empresas e instituciones, que permitan responder a los nuevos retos y especialmente a las actuales corrientes de adquisiciones internacionales que necesariamente deteriorarán el tejido industrial poniendo en peligro la propia existencia de Pymes y empresas familiares.
Otro factor señalado en estas conversaciones está asociado al modelo educativo, en el que se ha primado un acceso masivo a las titulaciones superiores, generando una clara devaluación de éstos y creando graves carencias a la hora de cubrir perfiles más técnicos y especializados, haciendo muy difícil el desarrollo de carreras profesionales basadas en los méritos personales y la competitividad.
Esta realidad está muy ligada a un claro cambio de actitud en la sociedad en general y especialmente en la actitud ante el trabajo. La crisis de un modelo hasta ahora basado en el desarrollo de carreras profesionales exigentes, y que requieren procesos de aprendizaje largos, choca frontalmente con un modelo social basado en la inmediatez y la falta de perspectiva a largo plazo. El principal aprendizaje recogido es que ante esta situación se hace necesario reinventar un modelo laboral, tanto general como especifico de cada empresa, que ofrezca nuevos incentivos y responda a nuevas exigencias personales.
En un contexto donde, en palabras de los asistentes a las sesiones, se hace necesario abordar nuevos retos y desarrollar nuevas estrategias valientes y ágiles en su desarrollo e implantación, se hace más patente que nunca que el papel más institucional es fundamental para ayudarnos a alcanzar metas que nos aseguren el futuro.
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